miércoles, 12 de diciembre de 2012

Lentes y palabras


Disimuló lo mejor que pudo.  Caminó rápidamente hasta la esquina, se detuvo en seco, levantó las manos, ajustó con el índice y el pulgar, aguantó la respiración, presionó, dos, tres, cuatro… Meditó. Había calculado todo mal pero sabía, solía creer que sabía de antemano, que la suerte estaba ahí, amarrada por una extraña cadena de coincidencias amagas.
   Hizo aquella fotografía en un estado deplorable. No era necesario revelar nada, en el mismo instante supo lo que tenía que hacer. Había salido sin ponderarlo demasiado, tomó una chamarra, el día gélido amenazaba con una lluvia convenientemente dramática-pensó. Decidió dejar la bicicleta, ignoró los pitidos de taxis que buscaban pasaje, esquivó apenas la ola que el autobús dejó a su paso.  No recordaba el nombre de la calle, ni si quiera sabía el número, pero jamás olvidaría el camino a ese maldito lugar.
    Se frenó en la rotonda, observó sin disgusto y sin contento.  No entendía por qué la ciudad no comenzaba a esconderse ¿por qué no se meten debajo de sus camas? Lo gritó sin querer, las miradas del parque indiferente le recordaron por qué tomaba fotografías, por  qué eso y no cualquier otra cosa… Les miró las facciones retorcidas, la máscara impávida que escondía vergüenza, miedo, incluso compasión desatendida.  Caminó dos cuadras más, se equivocó; regresó, observó detenidamente. Miró a uno y otro poste ¿una vuelta más? ¿Una calle más? Se decidió por la cuadra del teatro.  Caminó, sus manos habían bajado instintivamente hasta su cadera.  Reconoció primero el café de enfrente, el lugarcillo que aquella tarde le había parecido acogedor hoy no era más que otro patético intento de una vieja-Europa; se le contrajo el estómago. Miró el edificio, ignoraba el número, pero no fue necesario buscarlo en la memoria. En el segundo piso, en un medio balcón sucio, lo vio. Tenía en las manos una taza –de té, supo inmediatamente- el tatuaje azulvioleta se asomaba por debajo de los tres cuartos de manga de una camisa arrugada y gris; los jeans eran de ese tono usado y roto –pero supo que eran nuevos, que el desgate fabricado- usaba esos ridículos zapatos cafés sin calcetines –y no pudo esconder el sonroje-  Y  ahí, en medio balcón, a su lado, observó a la mujer que lo acompañaba. 
   Disimuló lo mejor que pudo.  Caminó rápidamente hasta la esquina, se detuvo en seco, levantó las manos, ajustó con el índice y el pulgar, aguantó la respiración, presionó, dos, tres, cuatro… Regresó a casa, había hecho la travesía casi a nado, no le había importado nada sino salvar el rollo; se refugió en cada café y librería,  debajo de los locales que más asco le dieron. Entró a la casa, se desvistió, se secó el cabello. Entró al cuarto obscuro.
-¿Quieres una lista de lo que te van a preguntar?-  Había sido su amigo por-quién-sabe cuánto tiempo, pero aquella no era una pregunta de amistad. A diferencia de ella, él parecía poder cambiar sin mucho esfuerzo de las charadas cotidianas a esa voz de negocios tan gastada y grave.
-¿La lista de lo que voy a dejar que me pregunten?-
-Te van a preguntar lo que quieran, lo tuyo será responderlas o no… -
-Anda… ¿qué estupideces quieren saber? ¿Cuánto tiempo nos vimos? ¿Si sabía yo desde el principio?-
-Sí… y también quieren saber si alguna vez te mintió, si intentó engañarte… si el muy idiota pensó que no lo conocías. A parte de lo común.-
-¿Lo común?- Se quedó callada un momento, lo comprendió de golpe, enrojeció, la garganta se encendió casi al tiempo que su mirada.   –Quieren saber cuántas veces al día cogíamos ¿no? Las posiciones… si era un puerco  ¿Por qué no de una puta vez me lo dices? Por qué no me lo dicen de frente todos, carajo.-
  La sala se sumió en un silencio incómodo.  Fotografías, se recordó, lo mío nunca han sido las palabras.  Sonrió por fin.   –Está bien,- le dijo – llámales, acepto la entrevista; sólo espero que no se les ocurra preguntarme cuál es mi apodo en la intimidad-
-¿Tú intimidad?- preguntó él sinceramente, observó el cuarto y las imágenes colgadas en cada rincón -¿qué intimidad, niña? 
37.4.5
P.Z.
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Coordenadas es un proyectó que abandoné hace tiempo, pero nunca está de más recuperar un poco. Tal vez, después, regrese con la idea, aunque me dedique a trabajar con las coordenadas que me dieron hace tanto tiempo y que están acumulando polvo virtual. 
...para que veas que te quiero.