lunes, 20 de diciembre de 2010

De Malpreno a Darón

…llegó a Malpreno, se enamoró de la dama de compañía de la duquesa, se casaron… Paró en ese momento, releyó las primeras líneas, rasgo fuertemente con la pluma y quedó un nuevo trozo de pergamino destrozado.   Miró por la ventana, los días perpetuamente blancos de invierno apenas hacían cabida en el final de ese otoño. En el patio dos hombres caminaba lado a lado frotándose la cara cada uno para mantener el calor. Más a lo lejos, unos venados flacos tomaban agua en el riachuelo a lado de las bodegas. Detrás de las murallas bajas de ladrillo rojo, dos centinelas flexionaban las piernas apenas para mantenerse activos.  Después de todo el mundo seguía siendo ese lugar, terrible, pero hermoso.

Se levantó apenas escuchó los pasos en las escaleras. Se acicaló un poco, tomo un trago de café y abrió la puerta para esperar al General. Ese día, como el último viernes de cada mes, los altos mandos se presentarían, engalanados como en la corte, para recibir los informes del avance. “General,” dijo complacientemente “el frente es prometedor. Ayer a las 1600 horas tomamos el fuerte de Gazne y aseguramos la aldea de Darón. Bajas enemigas totales, bajas propias doce muertos, tres desaparecidos, tres heridos…”
-Coronel, deje eso para después.- El General había usado ese tono que no dejaba duda alguna, el, al igual que el resto del maldito ejercito lo sabían todo. – ¿Por qué no se toma unos días de licencia? Regrese a la capital, descanse un poco.- Solo le faltó sugerirle que pasara a visitar a su madre.

El coronel lo miró por un momento haciendo acopio de todas sus fuerzas para mantener la calma. “Urgen otros asuntos General, el camino para Darón sigue plagado de zonas indefendibles, los trabajos de atrincheramiento no están terminados… Gazne necesita una revisión completa para las defensas, aquí mismo tenemos que reforzar la seguridad en el ala este…” Pronto se dio cuenta que todos tenían razón, cada uno de esos trabajos eran logrables por cualquier supervisor de tercera, no eran sino escusas para no regresar a casa.

El día se fue acabando y salvo por algunas miradas de condolencia de los cabos, nadie le recordó nada. No que fuera necesario, esa misma noche después de una cena consistente en pan y agua, se acostó a sabiendas de que no podría dormir. Al cabo de unas horas se levantó, encendió la lámpara de aceite y sacó un nuevo pergamino…en casa lo esperaban ella y un hermoso gato, las palabras no me alcanzan para… Se frenó de nuevo. Levantó la vista por la misma ventana y se perdió por segundos en la opresora e inmensa obscuridad.

Un tormenta eléctrica le recorrió los huesos, sintió el sudor frío gotearle por la frente. Lo vio de nuevo entre sus brazos, la sensación era tan viva que sentía la sangre de nuevo en sus manos. Antes de que se diera cuenta sollozaba. El pergamino que había sacado apenas estaba empapado, inservible también. No se tomo la molestia ni de tachar las últimas líneas. Lo repasó todo una vez más. Agotado por el recuerdo, por las sensaciones tan presentes de la batalla, que optó por releerlas de su informe.

El miércoles veintiuno de diciembre del presente, la operación Darón-Gazne emprendió su ataque frontal a las 0900 horas. El batallón a mando del Teniente Sergreid se reunió a punto de las 1000 en la encrucijada de Duorford entre el centro de mando en Nodicia y el camino a Darón tras derrotar plenamente a los invasores. Las comunicaciones mostraban la Compañía Verde a mando del Sargento Faeston en condiciones perfectas para el ataque frontal al fuerte Gazne, estas comunicaciones empero, estaban retrasadas por cuestión de quince minutos. Cuando el presente, Teniente Coronel Feaston, dio la orden de ataque, no previó el ataque por el sur de los invasores que dejó como saldo doce muertos, entre ellos el Sargento Feaston. La operación, pese a este contratiempo fue una victoria indiscutible, la última baja enemiga y la toma del fuerte Gazne, así como el aseguramiento de Darón se registraron en punto de las 1600.
 Aquella noche lloró hasta quedar dormido.  
A la mañana siguiente, con una taza de café recién servida se sentó frente al escritorio. La mala noche hacia eco de presencia en sus facciones demacradas. Su Teniente en Jefe le ahorro al informe de la noche, le dio la mano y una pequeña palmada en la espalda, le sonrió apenas y salió de la oficina.

A media tarde escuchó por la ventana la llegada de la brigada de caballería, setenta y seis jinetes llegaban a reforzar una guarnición de doscientos cuarenta y tres hombres, seis cañones aprovisionados para ochenta y tres días a lo máximo. A pesar de todo, había logrado avances impresionantes en la defensa de la frontera.  Se miró en un espejo, se rasuró perfectamente la barba de tres días y se sentó de nuevo en el escritorio que parecía robarle todas las fuerzas.

Con apenas fuerzas escribió en un pergamino nuevo adjunto al informe de la operación  

Cuando se fue de casa llegó a Malpreno, me buscó y a poco no encontramos. Me informó sobre la riña que tuvieron, no tuvo corazón para regresarlo a casa, lo enlisté bajo mi mando. A las pocas semanas fue requerido en la corte para servicios al duque de Lavión, donde conoció a la dama de compañía de la duquesa, jamás pude retener su nombre. Al poco tiempo contrajeron nupcias. Me pidió dinero prestado para una casa y no pude negármele. También me hizo prometer que no te escribiría acerca de su paradero, y con todo el profundo dolor de mi pecho, tampoco pude negármele. En esa casa ahora lo esperan ella y un precioso gato que rescató después de haber sido atropellado por un caballo. Madre, Keon Feaston fue un hombre honrado  y trabajador, amado por su esposa y respetado por sus compañeras. Madre yo también lo amé como nunca pude quererlo en casa, murió con tu nombre en la boca. Te ruego me perdones por haberlo ocultado, pero sobre todo, te ruego que me perdones por haber mandando a la muerte a tus únicos hijos. 
Con todo el arrepentimiento del mundo
Teniente Coronel L. Feaston

No hubo necesidad de tachar nada, la bala que mató al Coronel dejó un rastro de sangre que dejaría aquel pergamino tan inservible como todos los otros en los que no había podido pedirle perdón a su madre. 

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Este es el segundo cuento escrito para Sharoon con una linea, algo modificada, que me regaló. Siento que el original, que no tiene nada que ver con este, no puedas tenerlo (dado que ya no existe). Ojalá te guste.

domingo, 5 de diciembre de 2010

F20.00

Intentó apagar la radio, pero el radio estaba ya desconectado. Miró con realización la ventana, camino como caminaba desde hacía un tiempo, lenta y parsimoniosamente; cerró la pequeña rendija que quedaba entre el marco y el cristal. Frunció el ceño. Revisó palmo a palmo la habitación que se sabía de memoria. Por fin, rendida ante su búsqueda fútil se dirigió hasta la sala “Recámara,” se recordó “es mi recámara desde que no puedo subir esas endemoniadas escaleras.”

La mañana siguiente esperó un rato. Silencio. Sonrió, una pequeña sonrisa de triunfo, pero también de una expectativa cumplida. Nada raro se dijo, todo había sido producto del cansancio. Ahora se cansaba mucho más que antes, y eso que ahora no hacía nada de lo que antes le tenía ocupada todo el día. Desde que Maurice había muerto la casa parecía no necesitar ese glamur que antes exigía a gritos para combinar con la pulcritud militar de su marido. Se dirigió a la cocina con la cadencia armónica de una canción que va acabando y se detuvo en seco. Coincidencia tan extraña que la vecina, una chicuela de unos 20años también se debatiera entre calentarse un  vaso de leche y comer galletas, o si prepararse una avena de canela con manzana. Sonrió distraída pensando en si ella a esa edad también habría meditado tanto antes de optar por las galletas y la leche.  No fue sino hasta que, ya sentada en el antecomedor, mientras daba la primera mordida, que la chica también se arrepentía de no haber elegido la avena. Se sobresalto no más de lo normal. No existía posibilidad alguna de que, en el antecomedor, dos cuartos de distancia de la única pared contigua, el sonido se traspasase y se oyera tan claramente, sobre todo si tomaba en cuenta que su sentido del oído no es lo que fuera antes.

“No te quejes,” reprimió una voz más seria, madura, y conocida “siempre te han gustado las galletas en el desayuno, el avena es para las viejas chochas.” El comentario le pareció de lo más gracioso. Maurice siempre le recordaba que uno nunca se hacía viejo hasta que se pasaba los días solo en casa, escuchando radionovelas, acariciando un gato y comiendo avena. “Pero si solo te falta un gato, o una docena de gatos Miriam” escuchó, o creyó haber escuchado. Nadie la había llamado Miriam desde que Maurice murió. Para el cartero y para la vecina era Señora  Nicolet, para sus nietos Abuelita, para sus hijos… bueno también habían muerto ya todos sus hijos y ellos se limitaban a decirle Mamá.

Decidió sentarse en su sillón favorito y encender el radio. “No me gusta la voz de la protagonista,” escuchó claramente “mejor hay que esperarnos hasta el programa de las 12.” Era una cosa ciertísima, a ella, o alguna parte de ella, nunca le había gustado la voz de la protagonista. “No te gusta porque te recuerda a la voz de tu hermana.” dijo la voz que se parecía tanto a la de Maurice.  En ese momento Miriam se levantó rápidamente, camino tan veloz como se lo permitían sus rodillas viejas y levanto el auricular. Buscó en el cajoncito de la cómoda la agenda y marcó el número que había marcado tantas veces en los últimos años…“Buenas días ¿María niña, comunícame con el Dr. Lambert”

Antes de que el doctor pudiera contestarle, se desató una intensa discusión entre sus orejas. “Y dale con el Dr. Lambert, ese viejo no sirve para nada.” “Miriam no hables así del buen Lambert,” reclamó Maurice “siempre apoyó a la familia”.  “Para apoyarse ya tiene andadera Maurice,” dijo la voz joven.
“Bueno ¿bueno? Señora Nicolet ¿Miriam? ¿Miriam se encuentra usted bien?
“Doctor Lambert, Doctor… las voces regresaron.”
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“La Sra. Nicolet fue tratada con 20mg de haloperidol durante las 2 primeras semanas. Las voces disminuyeron gradualmente en frecuencia e intensidad, y las sensaciones somáticas desparecieron totalmente. Comenzó a comprender que las voces eran producto de una enfermedad pero parecía algo desilusionada cuando cesaron completamente. Dijo que, después de todo, las voces habían sido “una buena compañía” la mayoría del tiempo.”[1]
[1] Üstün, T.B.; Bertelsen, A.; Dilling, H.; Van Drimmelen, J; Pull, C.; Okaska, A.; Sarotius, N. (Coord.). (1999). Libro de casos de la CIE-10. Madrid, España: Editorial Medica Panamericana. P.71

lunes, 22 de noviembre de 2010

Aunque te quites...

Debajo del monzón todos somos agua, pensé. Al caminar nadando entre la ciénaga mal llamada plantación, nos hundimos hasta la cintura en el lodo. Las caras son como el cielo, gris, húmedo y molesto… Santos me mira de vez en cuando, el pobre hombre aún cree que todo esto es mi culpa. Alberto y Cárdenas se quedan atrás. Sus casacas no son ni un triste recuerdo de lo que fueron. Platican entre ellos, o más bien se insultan a turnos mientras caminan codo a codo.

Es probable que nada tenga sentido ya, hemos caminado al menos tres días y no encontramos ni un alma. Cuando nos ofrecimos para ir a buscar ayuda jamás pensamos que seríamos el juego infantil de algún dios vengativo de la selva. Carlos se había quedado cuidando al Yucateco al que había mordido por una serpiente, para esta hora seguramente el pobre ya está muerto y nosotros nos habíamos quedado sin médico. Santos vuelve a mirarme, me culpa de la lluvia, de su cojera, me culpa de que el maldito hijo de puta se más feo que un gato atropellado… me dan ganas de culparlo de mi mal humor, pero por más que quiero no puedo, el mal humor es culpa del clima desgraciado, de esta tormenta inaudita, de la grosería de caminos y sobre todo del maldito ferrocarrilero borracho que nos había volteado al tren.

Cárdenas se para en seco y voltea para todos lados. Le pregunto qué pasa y no contesta nada, me mira como de lejos, como si no entendiera lo que le estoy diciendo. Después, tras la cortina incesante de la lluvia me llega el sonido… exangüe una sirena se escucha a lo lejos. Corremos como niños insolentes, cada quien en una dirección, como si supiéramos de donde viene el sonido distorsionado por la distancia, por la lluvia y por el eco… Les grito a todos que se esperen. Santos hace alguna rabieta silenciosa como diciéndome ¿y a ti quien te hizo el líder? Lo miró con una cara condescendiente. De nuevo escuchamos la sirena, esta vez más cerca. En algún momento se había hecho de noche, entre algunas ramas alcanzamos a ver linternas.

Alberto grita eufórico ¡Aquí, aquí! La ciénaga se vuelve más pantano y emergemos de las profundidades fangosas a una tierra húmeda y putrefacta, pero al menos tierra y no más agua. Las linternas dejan de ser linternas, parecen faros potentísimos, potentísimos y lejos. Alberto continúa con su alevosía, pero no responde nadie. Tras una última línea de maleza estamos por fin en tierra seca, o tan seca como pueda estar la tierra debajo de un monzón a la mitad de una selva… Alguien nos grita algo, volteo a ver al grupo, nadie entiende nada. Los faros extienden su alcance aún más y nos ciegan de pronto. Otro grito más que nadie entiende. Santos empieza a gritar mientras mueve las manos, el trueno nos ensordece. Ciego y sordo camino imbécil hacia la luz. Otro grito que nadie entiende. Alcanzo a distinguir las siluetas de un jeep, de un jeep y de varias personas. Cárdenas también las distingue porque en ese momento grita algo así como ¡Qué no se muevan! Y se para de nuevo en seco. Yo lo escucho a medias porque estoy más cerca. Alberto y Santos ya van en un trote hacia el jeep. Otro grito desde enfrente que ahora entiendo perfecto ¡Dales cabrón, dales que estos pendejos quien sabe que traigan!

Santos cae primero, si no fuera por el lodo su pierna hubiera quedado carmesí. Luego Alberto, antes de darse cuenta de qué está pasando cae de espaldas con varios agujeros en la panza. Cárdenas me grita algo que se pierde entre otro trueno, y lo veo correr en retirada, se tropieza contra la maleza, una ráfaga de balas lo persigue y lo encuentra en el suelo. Yo me quedo quieto, quieto como jamás había estado nunca. Luego siento una bala cerca y me tiro al suelo. No hay más balas, la lluvia aún cae a cantaros sobre mí. Escucho un alarido y veo que Santos se arrastra, otra ráfaga recibe sus intentos de pedir perdón por ser tan feo. Otra vez nos quedamos solo con el silencio de la lluvia… hasta que escucho los pasos de unas botas arrastrándose en la tierra.
-¡Revíselos Gutiérrez!- Truena alguien desde el vehículo.
-¡Comandante no traen nada estos dos!-
-¡¿Cómo dijo Gutiérrez?!-
-¡Qué son civiles Comandante!-
-¡Civiles mis huevos Gutiérrez ¿no vio como venían contra nosotros?!-

Siento que alguien se acerca. Dejo de respirar, cierro los ojos.
-¡Comandante no traen nada; este está vivo!-
Algo responde el comandante pero no puedo oírlo por otro trueno. Abro los ojos lentamente, empiezo a incorporarme con las manos en alto. Alguien grita algo que tampoco entiendo. Otro trueno, se prolonga como ningún otro y deja un eco peculiar, no distingo bien de dónde lo conozco, aunque a segundos me parece la risa burlona de ese dios infantil y vengativo.

Otro trueno, más corto, más seco, más cerca, más caliente…

-¿Comandante?-
-Mire Gutiérrez cuando nos pregunten, estos intentaban pasarse por la frontera con esas bolsas de mariguana.-

jueves, 18 de noviembre de 2010

Nombres y otros delirios.

Juan se llama y Juan le dicen. Juan se levanta de tarde, cuando en vez de pájaros entonando melodías son cientos de pitidos en torbellinos ensordecedores de caos. Juan no come al salir de casa. Se va al taller, trabaja, y si la tripa ruge, se como un chocolate con miel y nueces. En el taller trabaja solo. Por las mañanas sueña que en el taller tiene compañeros, muchos compañeros, cientos y cientos de amigos que lo conocen y lo saludan, y lo felicitan cuando tiene un nuevo hijo, y lo ayudan cuando ya no tiene para darle de comer, y lo invitan por cervezas cuando está deprimido y lo llevan a su casa cuando está borracho. Pero eso es solo en las mañanas, cuando nada es real y todo es sueño. En las tardes Juan trabaja solo.
      Ledam le dicen, Jesús se llama. Ledam se levanta cuando quiere, si quiere cantan pájaros bellas melodías, si se le antoja suenan los clarines y los violines y las violas. Antes de salir de casa Ledam siempre come un chocolate con miel y nueces, cosas que se quedan de otras vidas. Una vez completo su ritual del cacao, va para el taller. En el taller Ledam ya no trabaja, o no tanto como quisiera, para colmo jamás trabaja solo. Por las noches, o por las tardes de su siesta, o en las mañanas de la cruda, sueña que está en el taller trabajando de nuevo solo, solo como solo no estuvo ni Dios antes de crear el universo, sin las peticiones de gente que quiere modelos nuevos, sin los reconocimientos al otro lado del globo, sueña que se encuentra separado hasta del alma y que se vuelve un animal salvaje… que se libera de las cadenas de los amigos, los falsos y los verdaderos, que no hay hijo que valga ni mujer que cuente… sueña que le hace falta todo menos coraje.

Cuando Juan trabaja no sueña. Trabaja. Soñar se dice es para la cama. El taller es para trabajar, trabajar es para la lana, la lana pa’ la familia y la familia pa’… Pues pa’ nada. Juan sabe muy bien que hay cosas que se hacen porque deben de hacerse, nada más. A veces hasta piensa que hay cosas que se hacen nada más porque quieren ser hechas.

Cuando Ledam trabaja, más bien sueña. Sueña para trabajar, o más bien trabaja porque sueña. Sin sus sueños no habría trabajo, sin trabajo no habría éxito y sin éxito, pues a veces piensa que sin éxito no habría nada. Ledam piensa que debería haber cosas que se tendrían que hacer por el simple hecho de que debieran ser hechas. Sin caprichos, ni placeres ni por encargos ni por nada.

Cuando en las madrugas sale Juan del taller piensa en todo lo que hizo. A veces apenas y le toca montar las piezas. A veces hasta reproducirlas. Una vez vio un diseño que le gusto mucho. Luego le dijo el patrón que ese no era un diseño, sino unos garabatos de una pluma que no pintaba… A Juan cuando le dijeron que eran garabatos más le gustó el diseño. Se dijo que un día, cuando se levantara de mañana esculpiría ese diseño, se llamaría Jesús y lo llamarían Ledam.

Ledam a ratos se recuerda, y en vez de llamase Jesús se llama Juan. Cuando se recuerda sonríe, tal vez de nostalgia. Eso le gusta, porque cuando se sonríe de nuevo trabaja solo en el taller, y ve con sus ojos cansados diseños en cualquier papel manchado. Con sus manos cansadas monta y reproduce no lo que se le viene en gana sino que hace lo que debe hacerse, nada más.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Martes, escarabajos, muercielagos y ardillas.

Para(ojalá tembién ante)Kike, por todo.

No voy a pedirte que te calles ¿para qué? Para después arrepentirme de no haberte escuchado. Mejor habla, sigue hablando, balbucea lo que tengas que decirme en el oído, despacito, susurro, convénceme de apoco que haces un tanto de sentido. No te preocupes, di lo que quieras, la voluntad que me he armado a golpe de martillo-realidad-fuego-pasión- temple-inviernos no la penetras con tus dulces siseos nostálgicos.
¿Ves? Solito te callas. Solito vuelves a leer estas líneas y editas una coma por aquí, otra coma por allá. Borras una palabra, escribes otra… ¿tan consternado por encontrar la correcta? ¿Qué mierda no te acuerdas? Cada una es perfecta, pequeño occidental con intentos de filosofía oriental hollywoodense. Mira ya estamos serenos… escucha, ya estás en silencio, siente los dedos todavía en el teclado… ¿todavía en el teclado? ¿Dónde están mis manos? ¡No! No están perdidas… y yo que pensé que las había extraviado, será más bien que las extraño, con eso de que nunca hago nada con ellas, ni con ellas ni contigo. ¿Dónde estás? O ya para terminar el cuento, ¿quién eres?

Estos cuentos que se vuelven relatos que terminan en confesiones dan demasiadas vueltas con traducciones poco claras entre cabeza-pecho-mano-teclado-monitor-pecho-delete-delete-guión-guíon-cabeza. Suspira… largo y tendido. Suspira, ahora más corto. ¿Abrir o no las ventanas? La ardilla de siempre está saltando a la reja. Es una ardilla muy grande, o bueno, imagino que es grande, jamás me he puesto a medir ardillas. Abajo puedo imaginarme al gato relamiéndose bigotes cada vez que por algún motivo (ajeno a la pobre ardilla que seguro tiene una vida muy difícil, aunque quien sabe que tan difícil. O más bien si muy difícil porque antes tenía un árbol completo. Antes tenía dos árboles completos ¿quién sabe si es la misma ardilla de hace cinco años? ¿Cuánto viven las ardillas?) Se tropieza la pobre y como que cae, y como que se agarra pero como sus manos, que normalmente agarran nueces (será basura en la ciudad) ahora agarran ese metal que rodea lo que le queda de árbol a la pobre ardilla, barandal inútil que por salvar al árbol es una patética ilustración del hombre contra la naturaleza, todo asfixiado el pobre árbol, se le resbalan (sus garritas decía, creo que decía, si me regreso seguro edito, pero yo sé que deje todo entre comas, como para omitirlo pero no lo omito, decía pues que le pasaban algo a sus manitas y ahí está, ya lo dije, nomás les ilustre un poco de donde se resbalaban.)

Se imaginan ser ardilla. Como la película de Disney de la Espada en la Piedra. Mejor imagínense ser gato. Mejor imagínense ser el árbol que viviendo tantos años un día amanece y unos cuantos cirujanos sin licencia le hacen unos liftings por aquí una corteza-succión por allá. O ya de plano imagínense ser la nuez que, de no ser porque estamos en la ciudad, seguro comería la ardilla. Está más difícil ser nuez que ardilla ¿no? Y más difícil aún que ser árbol… el árbol de menos respira ¿Qué no? En cambio la nuez ahí está, se cae y que la atrapa un roedor pariente de las ratas y le hunde sus dientesotes en la piel, y encima la cabrona se ve adorable… Imaginarse no estar vivo, pero sentir… sentir pero no estar vivo… Ahora pienso que no ha de ser tan difícil, nomás tengo que acordarme de cómo extraño a mis manos que sienten, pero que no hacen nada. 

lunes, 8 de noviembre de 2010

Dispergo I

 Pequeña antología de pensamientos dispersos que dejo en twitter, en servilletas, en ventanas, en espejos... pero sobre todo en twitter.


1. Yo soy el sueño de aquel, el que duerme en el concreto. Soy la figura de bronce de ese que figura plasmarse en el concreto. Finalmente soy tu, tu pero más concreto.

2. Tú eres una flor. Yo soy jardinero. Te arranco de raíz, te contemplo en tu florero.

3. Suena, suena bonito el silencio, se queda de polvo cubierto, de polvo cubierto el laúd. Danza estático el niño (austera la cama) un nuevo ataúd.

4. Mírame despertar del sueño forzado, caer tentado y rendirme a la imagen de ser lo que soy en dimensiones ajenas. Mírame en 140bits de poema.

5. Signo clandestino que confirma: Que esto es cuento Es cuento y nada más Fábula inconclusa de moral...

6. Ni la victoria es ajena al tiempo, mira tú monumento en hierro, no es más que simple polvo rojo...

7. ¡Qué frío me dan tus pies sin calcetines! ¡Qué calor tu falda corta! ¡Qué lindos tus ojos azules y en medio tu nariz roja!

8. Y como más duele la idea de encontrarte y perderte, que sólo de buscarte y escribirte; mejor te dejo en tweets bosquejada…

9. Con un bostezo sincero, me acurruco en la silla de a peso, mientras nos enseña el viejo, como se escriben los versos

10. Siento que la economía de mis palabras haya mellado la posibilidad de nuestros besos. Sufro cada verbo sin conjugar, cada adjetivo mudo.

11. También soy el sueño inconcluso de uno que fui.

12. Locura de encontrarme conmigo viendote a tí.

13. Sonidos que de ser otra cosa serían tu, serían tu cantandole al viento que me extrañas. 




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miércoles, 3 de noviembre de 2010

En un cajón caído

...Este poema lo encontré en una hoja vieja y arrugada. La caligrafía es mía así que supongo que yo lo escribí... Por la caligrafía y la hoja asumo también que tiene al menos unos cinco o seis años desde que lo escribí... No recuerdo haberlo escrito, pero cuando lo leo, tengo ganas de decir que sí, tiene un algo que despierta un alguien en mí que tampoco recuerdo haber sido.

Ahí, bajo un rayo matutino,
entre la brisa del invierno,
hay un rosal y el rosal esta muerto
Da solo una rosa y la rosa ha muerto
En la rosa hay un hueco
y en el hueco de la rosa está mi sufrimiento
El vació que siempre siento
el pedazo que me falta
el corazón que ya no encuentro
se encuentra ahí de nuevo
bajo el rayo matutino
existe un corazón y el corazón esta muerto
y muerto el corazón solo da un alma
y en el alma hay un hueco




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viernes, 29 de octubre de 2010

Gracias

Le tiemblan las manos, pese a ello, no dudo en que pueda manejar la navaja que sostiene entre ellas. Detrás de mi no hay nada, detrás de él, una pared. El instinto me dice ¡Corre!, Sun Tzu dice: Nunca le des la espalda a tu enemigo.

Nos miramos. No dice nada. ¿Qué carajo va a decir? Esta, para él, es transacción de rutina. Me lo imagino igual de cansado que al burócrata promedio. Es más, me imagino que es un burócrata promedio de mañana y que de noche en lugar de pedirte apáticamente rellenar el formulario W3B4 te pide enérgicamente que le llenes la cartera N44D4.

Siento que esto lleva siglos. El no se impacienta. Para mí, pienso yo que piensa él, el tiempo es más valioso, por eso de que pareciera más escaso. Estoy por moverme, no quiero hacerlo, no sé hacia donde, pero los músculos entumidos me obligan. Estoy por ceder, él levanta la ceja. Recupero el control de mi cuerpo-estatua.

Insisto en que esto lleva horas. Sus manos aún tiemblan, pero lo siento sereno. Me asalta una idea. Hacía semanas, ¿meses? Que no pasaba tanto tiempo con otro ser humano, sin verlo tan a los ojos…
¿Quieres ir a cenar? Le pregunto.

La mano ya no le tiembla, se encuentra firme en el mango de su navaja, el filo serenamente hundido en mis entrañas.
Me desvanezco de apoco. Carajo, susurro, por eso no hablo con la gente…

jueves, 14 de octubre de 2010

Suelo

Primero que nada una disculpa por no haber posteado nada ayer. Más que no escribir, no se me antojo publicar. Hoy por otro lado se me antojaba mucho publicar, pero estando enfermo/dormido casi todo el día no me di el tiempo entre estornudo y siesta de escribir nada... Así que dejo este que escribí hace unos meses, continuamente renovado gracias al Estado de seguridad que me gobierna.


La ciudad se ve más roja,
Bajo la piel de mis parpados caídos;
El aire huele húmedo, de mierda, fosa
Se siente el frío calar hasta los huesos
Desde el cielo llora el árbol sangre
Los ríos de escarlata pintan el concreto
Los autos dejan estelas insondables
para los pies que quejosos ahí se arrastran…

Busca mi mano la tuya, entre mi sueño
Tantea sin cesar hasta dar con algo
Ese algo que tantea es vacio
Vacios los parques, los ríos y ensenadas

Se derrumba un edificio por el centro
Memorias o recuerdos de los hombres
Cada casa oculta en su silencio
Mancilladas de granate sus portones

El viento es húmedo y seco a un tiempo
Seco cuando arranca sin aviso los letreros
Húmedo cuando mancha con desquicio
Los techos y paredes de los templos…

La ciudad se ve más verde
Bajo el gas de los cuerpos putrefactos
Sondea el viento entre matorrales descuidados
Y haya en cada uno, a un hombre descontento
Desde la caverna ríe uno en su miseria
Y su risa caza inteligencias aún serenas
Vomita el niño que abandonado pide ayuda
Y nota el rojo bajo la piel de sus parpados caídos.

martes, 12 de octubre de 2010

Patiens et fortis se ipsum felicem facit

Antes pensaba que ser feliz era solo para los imbéciles. Luego me di cuenta que todos somos imbéciles y por tanto aptos para la felicidad. Creía lo primero porque, en un mundo despedazado en la desigualdad no podía reconocer una inteligencia propensa a la felicidad, entendí lo segundo al ver que nosotros creamos, perpetuamos o permitimos ese mundo despedazado.
           
Me di cuenta también que la felicidad es un concepto muy vago, y que ideas como las de Benjamín Franklin nos lanzaron a todos (en diferentes tiempos) a por la búsqueda. No sé si hayamos entendido mal su idea, o si su idea simplemente era una apropiada para su siglo. Sea como sea, en estos tiempos la felicidad no la podemos ir a buscar a ningún lado.
           
Tal vez sea que estamos acostumbrados a un mundo sumamente racional. Cogito ergo sum. ¿Por qué tenemos que ser tan abstractos? ¿No había que existir de antemano para emitir el pensamiento? De suerte que me parece equivocada esta frase, al menos, para nuestras vidas postmodernas. Prefiero a Pierre Gassendi sobre Descartes: “Camino, luego existo”. Y es que en esto de andar usando frases ajenas quisiera utilizar las de una mujer que, para mi sorpresa, creía como yo, que solo los imbéciles podían ser felices…
           
 Eva Ensler, escritora de los Monólogos de la Vagina, en 2007 dijo: Happiness exists in action,it exists in telling the truth and saying what your truth is, and it exists in giving away what you want the most[i]

Sigo creyendo que todos somos imbéciles, pero ahora también pienso que podemos ser felices. Porque todos, por muy imbéciles que seamos podemos (queremos, deseamos, añoramos, necesitamos) hacer  algo; siempre existe una verdad, aunque sea de los imbéciles, y siempre una interpretación de esa verdad… y por último todos, todos los imbéciles y los envidiosos disfrutan de dar al mundo eso que más desean tener…

Como diría Jovanotti: Io penso positivo perche’ son vivo Perche’ son vivo.[ii] Ser infelices no solucionará al mundo, ser felices tampoco, pero una sola sonrisa sincera es motor suficiente.






[i] La felicidad existe en la acción, existe al decir la verdad y al decir cual es tú verdad, y existe dando aquello que más quieres.
[ii] Yo pienso positivo porque estoy vivo. Porque estoy vivo.

viernes, 8 de octubre de 2010

Definiciones

procrastinar.
(Del lat. procrastinare).
1. tr. Diferir, aplazar.

Yo estoy procrastinando. Cada palabra que escribo es una prueba fehaciente de la implacable voluntad de la flojera. Pero ¿qué aplazamos ahora?, o siendo corteses, me salgo de la primera persona del plural para aceptar toda la responsabilidad del procrastinado discurrir de este escrito. Lo que procrastino es el punto final. Lo mantengo en seguido, en aparte, apoyado sobre una coma. Procrastino el final de este sinsentido. No me juzgues por intentar aplazar el inminente. No me juzgues por sacarle a cada oración una palabra para la siguiente. Lo cierto es que, el punto final me amarga, no me amarga por final, sino porque en cierto sentido, se me figura suspensivo…

El abandono.

He ahí el verdadero procrastinar. Renuncia sin beneficiario, y sin beneficio. Pídele al recuerdo una postal, imprímela en palabras, haz un verso. Guárdala en un cajón, prométete en silencio que la enviarás mañana. Abrirás el cajón después, a media tarde, y verás bajo la fina capa de polvo, mancillado, tu recuerdo. Te aferrarás con ahínco la tinta vieja, y repetirás entre los dientes ese verso…

                      Abandono, dirás
    Abandono…
            Dejo, entre comillas, “para luego”
                     Procrastino, diré
    Procrastino
           Y pierdo la memoria de ese verso

martes, 5 de octubre de 2010

El oso humano


Un glaciar se derrite, el oso llora ante la cámara impávida. Nada cientos de kilómetros, camina entre ecosistemas ajenos, bordea carreteras, entra en la ciudad, sale de ella, encuentra los suburbios. Se acerca sigiloso a un hombre que saliendo de su casa se dirige hacia su auto nuevo.  El oso entra en frenesí y se lanza contra el indefenso humano, con un potente empujón le manda contra el auto, ahí, perdiendo toda dignidad el hombre en su traje llora amargamente rogando el perdón, impávido como la cámara que lo filmó antes de su travesía, el oso remata con un derechazo que deja al hombre con el cráneo destrozado.

Un glaciar se derrite, el oso llora ante la cámara impávida. Nada cientos de kilómetros, camina entre ecosistemas ajenos, bordea carreteras, entra en la ciudad, sale de ella, encuentra los suburbios. Se acerca sigiloso a un hombre que saliendo de su casa se dirige hacia su auto nuevo.  El oso entra en un estado de sublime armonía con el universo. Se levanta en dos patas y abraza al hombre con todo el cariño que un oso de peluche jamás podrá contener en su diminuta y felpuda complexión.

Para desgracia del mundo, el verdadero anuncio es el segundo. El oso polar desprovisto de un hogar migra hasta los suburbios americanos para agradecerle al muy consciente americano por su nueva adquisición pro-medio ambiente. Senda barrabasada es casi imperceptible por la emotividad que le causa a uno ver la voluntad de ese sobreviviente del reino animal y la cristiandad con la que pone la otra mejilla.

Para mí el mensaje es claro:

Querido reino animal; Favor de pasar a la ventanilla de quejas para postrar su agradecimiento a los humanos que, después de siglos de poner en peligro su existencia con tecnologías tradicionales, ahora inventan unas más sofisticadas.

…Era eso o tratan de vender un auto, ya no sé. 


lunes, 4 de octubre de 2010

Cuarto


El sombrero comprado en playa. La luz del sol, por la ventana, tras la cortina buscando resquicios para llegar hasta la pantalla. A la izquierda tengo el son de Barbieri, Mainieri y White. Frente a mí, bajo la bota de vino antaño vacía colgada en la pared, tengo las series de Jordan, Goodkind, Herbert, Paolini, Salvatore y los siempre juntos Weis y Hickman. Debajo toda una hilera de literatura universal… desde Achebe hasta Wilde. Debajo retoman Rowling, Lewis y King con su serie Slayer. Las aventuras de folletín con su repisa propia, las cierra Pérez-Reverte, porque para mí, El Capitán Alatriste es el mejor folletín moderno… Cierran con broche de oro en universos paralelos Assimov y Adams.

Saltando un infinito de maletas apiladas y electrónicos viejos, debajo de las ilustraciones de Cisneros, en pedestal, de cartón pero pedestal, los tres tomos del General J.E.C Fuller; el pedestal lo subraya un sable de infantería ligera, del siglo XIX, de pésima confección, restaurado dos veces en los dos siglos subsecuentes; única herencia del bisabuelo paterno en ambos grados. Bajo el sable, las ciencias sociales, Historia general de México, Hobsbawm, Bernstein, Las Teorías de la Guerra Justa, un arrebato filosófico de Platón a Dante, después de Descartes a Kant, de Kant a Hegel, de Comte a Bergson y cerramos con Heiddeger y Wittgenstein. Ahora suena  Una Mañana Linda en el fondo.

En la mesilla de noche, lo más cerca de la almohada, unos cuantos diccionarios, Maquiavelo, Camus, Tolkien, Ibargüengoitia, Benedetti, Borges, una vela en forma de árbol, un abrecartas y una navaja de bolsillo. Sobre la mesilla, junto a la ventana por la que ahora ya no queda ningún rayo de sol que intente pasar tras la cortina, dos acuarelas enmarcadas en madera natural. A mi izquierda Diamond aprende a amar en Acapulco…